Cuba

Una identità in movimento


Funciones estéticas del urbanismo, la arquitectura y la ciudad en la literatura

Eliécer Fernández Diéguez


La arquitectura tiene el monopolio del espacio.
Solamente ella, entre todas las artes,
puede dar al espacio su valor pleno.
(Geoffrey Scott)


La teoría sobre la actividad artística tiene un puntal muy necesario y significativo en Adolfo Sánchez Vázquez quien en su ensayo Las ideas de Marx sobre la fuente y naturaleza de lo estético[1] apunta que al descubridor de la teoría del socialismo le interesaba en el siglo XIX definir al hombre como productor no solo de objetos y productos materiales, sino también de obras de arte.

Al percibir el espacio urbano, arquitectónico y citadino que le rodea, el hombre capta sus especificidades de lo bello y lo feo, lo trágico y lo cómico o, por último, lo sublime y lo ridículo. Admirarse y recrearse con lo que se ve es parte componente de la contemplación humana del espacio construido que le circunda por un lado, o rechazar, percibir los objetos y fenómenos que no corresponden a sus gustos y puntos de vista por otro lado. Esto significa que el urbanismo, la arquitectura y la ciudad que circunda al hombre despierta en las reacciones y sensaciones: satisfacción y placer o por otro lado desagrado y repulsión. Ver la arquitectura desde la literatura complica un poco más ese amplio espectro de procesos, actividades, funciones y actitudes planteados por Donis A, Dondis en su obra La sintaxis de la imagen y precedida veinte años antes por Rudolf Arnheim en sus reflexiones en Arte y percepción visual.[2] Acción que en nuestro caso cambiaría la lista a re-percibir, re-comprender, re-contemplar, re-observar, re-descubrir, re-visualizar, re-examinar, re-leer y re-mirar;[3] con otras connotaciones posibles y multilaterales desde una nueva identificación de objetos simples de la primera realidad hasta el uso de símbolos y lenguajes para conceptualizar, desde el pensamiento inductivo hasta el deductivo en un rejuego intertextual.

La pregunta ¿cuánto vemos de arquitectura, urbanismo y ciudad desde la literatura?, proporciona al instante otra clave de complejidad de carácter y contenido de la inteligencia visual[4] (ya que se recomplejiza lo complejizado).

No existe, ni en sueños, para el caso de la apreciación del espacio arquitectónico en la literatura, esa primera experiencia de aprendizaje que un niño realiza a través de la "conciencia táctil."[5] Nada existe en el libro para tocar, olfatear, oír y degustar de la arquitectura principeña, nada permite el contacto con el entorno citadino más que las palabras que traen al lector la nueva ciudad con sus ingredientes puramente literarios.

La estética tiene una relación muy directa con los sentimientos por eso hay que preparar a las personas para el disfrute, la apreciación y la creación del arte en general y de la arquitectura en particular, con un enfoque culturológico integral que desarrolle esos sentimientos y emociones artístico-valorativos en los individuos. Es por esa razón que Marx se encontró con lo artístico como un reducto de la verdadera existencia humana y, además como una esfera esencial.[6]

El aspecto ornamental de la ciudad con sus elementos arquitectónicos y urbanos se puede estudiar desde la ciencia estética. Así la representación de sus categorías principales; o todo lo estético en general va a permitir a las personas sus reflexiones artísticas, sus sentimientos y gustos estéticos adquiridos en el proceso de la vida y la práctica cotidiana de construir, habitar y apreciar la ciudad.

Los ideales de belleza en los hombres, relacionados con la ciudad y sus elementos arquitectónicos y urbanos, parten del fenómeno de acercamiento identitario al locus espacial donde se desenvuelven; por esa razón la propia vida contribuye a su educación estética, o lo que es lo mismo la realidad que tiene ante sí, mientras que por otro lado la literatura de ficción, la música, las artes plásticas, el cine y otros tipos de artes que atrapan esa misma vida de forma artística, o como se ha visto anteriormente desde la realidad otra o realidad artística, también contribuyen a esa educación y / o autoeducación.

Las ciudades, su arquitectura y urbanismo son producto de uno o de varios procesos estéticos que se nutren en cada momento de su desarrollo y vida de diversas corrientes estéticas y que permiten a la vez explicar la producción del arte de proyectar y construir los edificios desde una utilidad practica y una belleza de la forma.

Tanto la ciudad como su arquitectura y urbanismo responden a principios estáticos ineludibles pero no se separan de las ideas que satisfacen el amor y la belleza. Vista de esa manera la arquitectura cumple funciones estéticas dentro del espacio físico que conforma la ciudad, ella cambia el espacio desde la utilidad física y desde la belleza de la forma.

La literatura de ficción es una parte importante de la creación artística de los hombres; arte en sí misma. Y el arte refleja de manera específica y propia la realidad que circunda al hombre. A la conducta humana, según Donis A Dondis, no es difícil detectar una propensión a la información visual, por el carácter directo de la información y por su proximidad a la experiencia real.[7] La literatura, a través de sus recursos artísticos y tropológicos, refleja la realidad vivida por los hombres no como realidad primaria sino como realidad otra o realidad artística; por tanto su reflejo se lleva a cabo a través de imágenes artísticas, no una información concreta para la vista; o sea por una experiencia un poco más lejana de la práctica histórica. La literatura sirve o se debe a los lectores porque a ella se deben, de parte de los lectores, los más numerosos sentimientos estéticos.

Cuando los hombres perciben por una lado la primera realidad, o realidad histórico-concreta, que brinda el espacio urbano, arquitectónico y citadino, lo hacen con toda la utilidad que designa su diseño y fabricación de objetos, sus necesidades y demostraciones que responden a necesidades básicas; mientras que, por otro lado, la realidad otra presentada en la literatura, se suscitan en ellos reacciones emocionales especiales que cambian según la naturaleza de lo que percibe en uno y otro lugar y / o les producen diferentes vivencias estéticas que hacen surgir sentimientos de alegría, tristeza, optimismo, pesimismo, asombro y otros. Todo ello determinado por el sistema de ideas y puntos de vistas que conforman cualquier concepción del mundo que se posea por los hombres, condicionada, claro está, por el contenido de la época y sus escuelas, movimientos y / o estilos artísticos.

Por esa razón, el reflejo estético de la realidad inmediata de la ciudad, el urbanismo y la arquitectura; apreciado tanto en la primera realidad como en la realidad ficcional, permiten una valoración emocional y figurativa de ambas realidades; al ser valoraciones sociales y de épocas con peculiaridades que se expresan a través de las imágenes artísticas, donde


"[…] las obras de arte expresan una determinada visión del mundo [...]".[8]


Como todo gusto e ideal estético constituye un rasgo de la personalidad individual y a la vez pertenece al colectivo socioclasista que lo genera hay que verlos unidos estrechamente con la tendencia moral a la que pertenece el hombre individual y la colectividad humana que vive y aprecia la arquitectura, el urbanismo y la ciudad como tal, — en su propia existencia —, o en su existencia específica dentro de la literatura donde cumple con otras funciones estéticas; y al criterio valorativo desde las categorías estéticas que posean desde la empiria o desde sistematización teórica. No olvidar que tanto la realidad histórico-concreta donde existe la arquitectura, el urbanismo y la ciudad como la realidad otra de la literatura están signadas por un profundo contenido ético.

Tanto la primera como la segunda realidad estudiadas son elementos claves que se fusionan en el sistema de conocimientos científicos y / o artísticos, — como saber o como placer —, con el sistema de concepciones cotidianas del mundo que rodean al hombre y; por ello ayudan a formar una nueva concepción.

La nueva concepción se adquiere en un proceso de vida y trabajo social e individual. Y es en ese proceso donde los conocimientos cotidianos y los científicos se enriquecen una y otra vez con la influencia de las imágenes y representaciones artísticas desde las novelas o las obras de arte, en tanto que el sistema de concepción del mundo a cerca de la arquitectura, el urbanismo y la ciudad que posean las personas gana en profundidad desde lo nuevos conocimientos estéticos. Actúan aquí mecanismos de recíprocas influencias cotidianas, científicas y estéticas que permiten desarrollar en los hombres una percepción emocional cada vez más completa y una nueva actitud ante lo que le rodea.

Como el espacio es el protagonista de la arquitectura, incomprendido por la mayoría de los hombres,[9] hay que tenerlo muy en cuenta desde la perspectiva estética porque toda ciudad con su urbanismo y arquitectura fue antes de ser obra concreta y creada una proyección abstracta sobre un plano. Sin embargo la ciudad de los novelistas presenta, no la proyección abstracta en sí; sino una continuidad ficcional, una re-elaboración o reproyección desde la palabra impresa, sin necesitar para nada a Vitruvio, Wölfflin, Mumford o Giedion, sin tener en cuenta Geoffrey Scott con su obra cumbre La Arquitectura del Humanismo donde enumera y discute muchos aspectos de la cultura arquitectónica. La arquitectura opera directamente en el espacio, lo emplea como un material más y nos coloca el él mientras que la literatura solo puede sugerir la imagen de ese espacio. Para el arquitecto el espacio es una nada donde se ubica el todo en forma concreta de urbanismo, arquitectura o ciudad y para el escritor el espacio es un todo donde se ubica otro todo como imagen artística de escenario, descripción, narración y / o acción, o como sentido añadido para las acciones subjetivas. Por esa razón en cada novela aparecen los espacios universales o del mundo y generales o de la Isla de Cuba con funciones estéticas muy específicas; así las ciudades de Cuba y del mundo son por una parte demostración palpable de la cultura de los autores de Sab, Frasquito y Una feria de la caridad en 183… y, por otra parte, espacio hacia y desde donde viajan los personajes en la trama real de las novelas, espacios de los que se habla o recuerda, a veces en detalle descriptivo y otras en mera enumeración o mención de los mismos. Para el arquitecto todo espacio, desde el punto de vista estético, es de una importancia singular porque lo puede modelar como el escultor, dibujar como el mejor de los pintores y crear estados de ánimos, sentimientos y emociones para los que entran en él como la obra de un literato. El espacio sirve al arquitecto para proyectar movimiento aunque se esté estático, por el poder real que tiene la sugestión de esa obra de arte. Así el espacio particular de la provincia y su geografía aparece con una función estética distinta ya que en el viaje y la residencia llevan implícito detalles; por eso podemos conocer detalles de la ciudad, sus calles, plazas, parques, espacios habitacionales o no habitacionales, descritos como escenarios, como objetos o como acciones dentro de esos escenarios u objetos; sin olvidar que la novela es narración de personajes que sueñan, piensan, recuerdan, y viven una vida más allá del espacio físico en que son presentados. Es en el espacio particular donde el investigador descubre la ciudad con sus repertorios no de ladrillo, cemento, arena u otros materiales constructivos, sino de palabras; una ciudad adornada por la intensión artística de cada autor; por tanto es ese espacio real de la ciudad de Puerto Príncipe del siglo XIX un punto de partida para elaborar la ciudad otra, la ciudad ficcional. La función estética es de ser objeto reflejado en la realidad artística. Función de mimesis de la mimesis; producción artística del arte producido. No en un reflejo fotográfico detallado sino en forma de retazos que se subordinan por cada autor a la trama narrativa. Ocurre una remodelación subjetiva del arte o función de interpretación propia de una arte ajeno; se descifran mensajes o seudo mensajes arquitectónicos. Es una re-percepción de la obra percibida sin el acto de comparación entre percepción y conocimiento planteado por Pierre Francastel.[10] La ciudad con su urbanismo y arquitectura adquieren en la literatura un carácter de neosigno artístico (o signo de un signo). La arquitectura, el urbanismo y la ciudad actúan dentro de la obra literaria desde un código propio creado por cada autor.

Por eso ocurre aquí cada lector de la obra literaria se enfrenta ineludiblemente al proceso de interpretación bilateral del significado de los signos creados por cada novelista, sobre la base de otro signo precedente. Las luces y sombras que utilizan los arquitectos para crear obras significativas y originales, los focos que atraen sus aportes creativos serán para los literatos otros ingredientes para entrar en la ficción, desde la narración, la descripción fija o la descripción de acciones. Otra función estética que cumple la ciudad con su urbanismo y arquitectura en las novelas es el de permitir mirar a sus alrededores, — mirándose hacía sí misma —, presentarse como una isla rodeada de múltiples objetos físicos u objetivos mezclados en interacción con los elementos subjetivos que posee esta obra de arte. La ciudad, como generalidad, es en esencia artística ventana y camino para entrar y salir en ella; mientras que cada escenario urbano, cada elemento arquitectónico descrito o narrado puede coincidir con la esencia artística de la ciudad. Los autores de las novelas construyen un lenguaje con signos literarios y arquitectónicos presentes en la esfera subjetiva de los lectores a los que se enfrentarán en el proceso de cocreación de la obra artística creada por ellos. A diferencia de la arquitectura real que le sirve de base para la obra artística a cada novelista, aquí, la ciudad y sus elementos urbanos y arquitectónico miran desde sí hacia fuera e invitan al lector, desde la propuesta de cada novelista, a descubrir la otra ciudad, la de la ficción que en una paradoja es y a la vez no es la ciudad que existe ante sí o en el recuerdo del que lee. Cada novela y su autor constituyen los elementos componentes de la propia realización subjetiva y por ello según L. Németh se convierten en


"... objeto en sí" en "objeto para nosotros".[11]


La ciudad narrada mira hacia sus elementos y hacia los dispositivos que la circundan (naturales y artificiales) desde una intensión artística no desde una intensión urbanística o de la arquitectura real, por tanto la función apreciativa y / o estética es distinta. Así la intención del novelista se dirige a un fin distinto que el de los arquitectos y constructores que diseñaron y / o erigieron la ciudad; y en ese acto de creación tan específico aparecen estimaciones de trascendencia general. El escritor es por tanto en su obra creada y desde su ciudad narrada un poco objeto y otro poco sujeto de su libro. Es por ello que la ciudad de Puerto Príncipe que se revela en el gesto instantáneo del creador es tema y contenido creativo donde se realizan las acciones literarias. La novela por ser huella de un momento creativo y único de la existencia humana de cada novelista[12] refleja una ciudad eterna que no cambia y si lo hace es desde los lectores y las lecturas que de ella hagan.

La siguiente función estética del espacio narrado como ciudad, urbanismo y arquitectura por cada novelista está en la precisión de las acciones realizadas por los personajes allí, y que se ha analizado anteriormente desde la manera en que se presenta el escenario como elemento de orden paradigmático del espacio narrado en cada historia. Está en la narración, por tanto, para precisar el para qué está en él cada personaje, que acciones de importancia realizan el él los personajes y que elementos de la compleja relación subjetiva aparecen de maneras visibles o invisibles (para leer entre líneas). Un ambiente espiritual configurado por cada novelista e inseparable del espacio narrado.

Aunque el la novela el espacio citadino con su urbanismo y arquitectura es un acto de creación o del imaginario de cada autor, la última función estética es la de trasmitir un conocimiento a cerca de la formación y desarrollo de la ciudad con sus calles, puentes, plazas, barrios, iglesias y tradiciones culturales como ferias, fiestas, juegos, celebraciones creencias que ocurren en la ciudad real y que los novelistas vuelven a inventar para sus obras.





Notas

  1. Adolfo Sánchez Vázquez: "Las ideas de Marx sobre la fuente y naturaleza de lo estético", Las ideas estéticas de Marx. La Habana. Instituto Cubano del Libro, 1973, p. 48-111.
  2. Cfr. Donis A. Dondis: La sintaxis de la imagen. La Habana. ENPES, 1973.
  3. Todo ello porque según Donis A. Dondis para el caso de la arquitectura de la relidad histórico concreta ocurren en este orden: percibir, comprender, contemplar, observar, descubrir, visualizar, examinar, leer y mirar.
  4. Donis A. Dondis: La sintaxis de la imagen, p. 13.
  5. Ibíd.
  6. Adolfo Sánchez Vázquez: "Las ideas de Marx sobre la fuente y naturaleza de lo estético", p. 48.
  7. Donis A. Dondis: La sintaxis de la imagen, p. 14.
  8. Tesis y resoluciones Primer Congreso del PPC, p. 470.
  9. Bruno Zevi: Saber ver la arquitectura. Ensayo sobre la interpretación espacial de la arquitectura, 1961, p. 13.
  10. Pierre Francastel: Larealité figuarative. Elements structures de sociología de l´art. Paris, 1965, p. 124-125.
  11. L. Németh: "El cambio de las funciones en el arte", en Estética. Selección de lecturas, 1984 p. 280 y en La lucha de las ideas en la estética. Ciudad de La Habana. Editorial, Arte y Literatura, 1983, p. 136-164.
  12. Ibíd.







Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(6 de febrero de 2009)


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